1. Tienen claro un objetivo. Saben a qué se quieren dedicar y cuáles son los pasos para lograrlo. Y es que poco importa el camino si no sabemos hacia dónde vamos!
2. Confían en sí mismos. Se
conocen y son conscientes de sus habilidades y sus puntos de mejora.
Esto les permite aprovechar al máximo su potencial y buscar ayuda allí
dónde lo necesitan.
3. Están motivados. Sus
motivaciones son positivas, es decir, que no les motiva no suspender, no
repetir o que sus padres no les castiguen. Les motiva pasarse el verano
haciendo lo que más les gusta, saber más de aquello que les fascina,
estar más cerca de su objetivo o sentir la satisfacción personal de ver
convertidos en logros sus esfuerzos.
4. Tienen métodos de estudio propios.
Mapas conceptuales, resúmenes, esquemas, técnicas mnemotécnicas o
estudiar a unas horas determinadas, son recomendaciones que todos
siguen, eso sí adaptándolas a su canal dominante de aprendizaje, ya sea
visual, auditivo o kinetésico.
5. Son autónomos. Planifican su estudio, se responsabilizan de sus tareas e investigan por su cuenta. Nadie les recuerda sus obligaciones.
6. Son constantes. Decía Beethoven que el genio se compone de un 2% de talento y en 98% de perseverante aplicación.
7. Leen. La lectura les permite
fomentar su creatividad, ampliar vocabulario, mejorar la ortografía,
aumentar su nivel de concentración, descubrir nuevas realidades y tener
un entretenimiento barato, sano y accesible.
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