martes, 28 de febrero de 2012

El miedo escénico: mi relación con el mundo

Aquí os dejo un post sobre el miedo escénico a hablar en público. Sigo con mi curso de oratoria con PNL y he de decir que cada vez es más útil y práctico. Ya os contaré cómo voy más adelante pero de momento aquí os dejo esta noticia que la he sacado de esta página escrita por Jorge Lomar.

El miedo escénico: mi relación con el mundo


¿Tienes que hablar en público? ¿Haces presentaciones o exposiciones? ¿Tienes que participar en algún tipo de espectáculo o exhibición? ¿Has de exponerte ante un grupo de personas? En estas situaciones, le mente no entrenada suele acoger una serie de pensamientos, que si bien pueden o no ser conscientes, siempre dejan una típica marca emocional: miedo. Se le llama “miedo escénico” y corresponde con situaciones que antes o después se presentan en tu vida. Según dicen, afecta a un 95% de la población.


Pensamiento catastrófico.
El primer elemento consiste en hipótesis supuestamente anticipatorias que imaginan cualquier tipo de desastre: me quedaré en blanco, me mareo, la gente me abuchea, me atraganto, tartamudeo, no se me entiende, me tropiezo, pierdo el habla… todo sale mal.

El hecho de que estos pensamientos tengan lugar en la mente se debe a la extendida creencia en que el miedo sirve para prepararte y que la tensión es conveniente para estar más dispuesto y atento. La preocupación está socialmente muy valorada, es algo que se espera de las “personas responsables”. Hemos sido adiestrados para estar profunda y habitualmente preocupados.

En los manuales de inteligencia emocional –más bien dirigidos a la productividad que a la auténtica paz mental- se enseña un extraño concepto llamado “eustrés” o “estrés positivo”, cierto tipo de tensión que se considera positiva. Sin embargo, es evidente que cualquier excitación, ya la juzgues como positiva o como negativa, grande o pequeña, procede de algún temor, algún tipo de inseguridad sobre tu propia valía, ¡como si ésta dependiera de lo que sucede! En el mundo laboral y empresarial, no se suele considerar muy productiva la paz mental, la cual se relaciona con la inactividad.

Éste es un error muy extendido. Tú siempre estarás más lúcido, atento y eficaz en total paz, confianza y seguridad. Además de sentirte estupendamente, harás todo mucho mejor.

El miedo no sirve para prepararte. El miedo, sea mucho o poco, siempre te roba poder. El programa mental habitual te hará ir en busca de “ysis” [¿Y si…?], problemas que “puede que sucedan”, y tu crees que este culto al miedo sirve para algo ya que de este modo crees establecer defensas mentales “programadas” para todo lo que pueda suceder. Al emplear al miedo como defensor, no tienes más remedio que acogerle en tu mente en cuanto se presenta una situación de difícil control.

Sin embargo, esta estrategia demuestra que no confías en la vida, en lo que sucede en cada momento, que no confías en tu propia espontaneidad ni en tu propia capacidad de respuesta natural, en tu comprensión presente. El miedo te hace sentir incapaz y precipita respuestas emocionales paralizantes o en conflicto con el entorno. La mentalidad basada en el miedo te hace sentir lo que yo llamo “sufrimiento low cost”: no ha pasado nada, ni siquiera hay un escenario problemático en el ahora y, sin embargo ¡ya estás sufriendo!

Todo o nada: el falso momento clave
En muchas ocasiones, estas exposiciones ante los grupos de personas son interpretadas como una oportunidad única para obtener valor social o… para perderlo.

Un todo o nada por el cual serás juzgado, como los exámenes de nuestra vida infantil y juvenil. Sin embargo, nunca está bajo tu control lo que va a suceder en una situación en la que participan incalculables factores, tantas personas, tantas miradas, tanto subconsciente interrelacionado. Pasará lo que pase por mucho que tu intentes imaginar lo que es posible. El suceder está repleto de circunstancias interrelacionadas de las cuales tu tan solo ves una mínima parte o ni eso. De modo que de nada sirve intentar prevenir lo que crees que puede salir mal. Basta prepararse para la situación desde una base absolutamente práctica y razonable, la cual no tiene por qué albergar ningún tipo de miedo.

Creer que tu vida se va a definir por un “acontecimiento clave” es una trampa del pensamiento dicotómico de éxito/fracaso, el mismo que interpreta que ciertas cosas arruinan tu vida o que un golpe de suerte [¡un pelotazo!] te puede cambiar la vida.
Esta visión de oportunismo, caos, casualidad e injusticia vital es falsa. Tu verdadera vida está cambiando constantemente, está sucediendo en cada momento, todo es cambio, día a día, en cada estado mental, en cada sentimiento, en cada elección profunda en tu interior. Es el subconsciente colectivo lo que en verdad hace funcionar el suceder de causas y efectos. Y a él llegas con tu elección de paz en este momento, con tu apuesta en la confianza presente. Es momento de abrirse a una idea del mundo y de ti mismo más amable que lo socialmente aceptado.

Aceptar lo que sientes tal como es
El miedo aparece como una terrible tensión y estrés incapacitante ante el intento de control de lo que no puede ser controlado. Muchas veces, ante las tensas situaciones que suelen provocar el miedo escénico, la persona no se encuentra capacitada para pararse a atender su propio sentir, para aceptar la propia tensión y respirarla. El sentir debe de ser atendido con atención consciente, no con pensamientos que minen la autoestima y te sumerjan en fantasías anticipatorias sobre lo que de ningún modo puedes calcular que suceda, más allá de la básica preparación que entra en lo humildemente razonable.

Observar estos pensamientos, dándonos cuenta de que no son necesarios, y ser capaces de respirar y atender con centramiento y honestidad a nuestro sentir, puede ayudarnos mucho a enfrentar estas situaciones. Esto requerirá un nuevo entrenamiento de nuestra atención para enfocarla puramente en el sentir.

Poco a poco dejaremos de invertir emocionalmente en prevenir desastres al darnos cuenta de que se trata de un programa de sufrimiento que no sirve para nada.

Aquí y ahora. Confío en el presente.
No necesito defensas estratégicas contra la vida.
La vida no tiene nada contra mí. 
Miedo al rechazo
El miedo escénico se compone principalmente de un profundo miedo a que el mundo, representado en un grupo más o menos numeroso de personas, me rechace. Los pensamientos de desastre solo me están mostrando en imágenes mentales una idea arraigada de que el mundo tiene algo contra mí y por tanto desea acabar conmigo.

Este es uno de los temores mas ancestrales y básicos: “Me rechazarán definitivamente y me quedaré solo, me verán como un fracasado y no seré capaz de relacionarme.”

Si estoy frente a una persona o dos como mucho, más o menos puedo hacer un seguimiento de las respuestas que percibo para adecuar mi comportamiento al entorno e intentar resultar aceptable de un modo u otro. Tengo la sensación de controlar [aunque muchas veces esto tampoco funcione]. Pero sin embargo un grupo de personas resulta incontrolable, algo en mi sabe que no tengo nada que hacer.
El miedo al rechazo surge como consecuencia a dar valor a los juicios, opiniones, evaluaciones y comparaciones de las otras personas sobre ti.

Pero el valor que le das a los juicios de los demás sobre ti es exactamente el mismo que tú le das a tus propios juicios sobre los demás. Cuando tu mundo interno está lleno de valoraciones, críticas, evaluaciones y juicios sobre las personas es debido a que a este tipo de pensamiento le atribuyes valor, crédito, sentido y propósito para tu protección, e incluso para tu aprendizaje y discernimiento. En realidad son defensas frente a un mundo con el que estás en clara competición. Surgen como necesidades de supervivencia desde una visión temerosa y fatalista de la vida hija de una conciencia colectiva basada en el miedo, la lucha y el juicio.

En la misma medida en que das valor a esta programación mental juzgadora, sentirás que el juicio de los demás sobre ti mismo tiene el poder de cambiar lo que eres, el mismísimo valor de tu persona. La consecuencia emocional es un profundo miedo: tu identidad está en juego en cualquier exposición a un grupo.
El trabajo de la propia aceptación está irremediablemente unido a la aceptación de la vida tal como es, la aceptación del mundo, de tu entorno, de este momento y sobre todo, de las personas que están en tu vida incluyéndote muy amablemente a ti mismo.

No puedes separar la aceptación de ti mismo de la aceptación de los demás, pues la mente que acepta a los demás es la misma mente que te acepta a ti mismo. De igual modo, la mente que juzga a los demás, es la misma mente que dispara toda la química del miedo cuando aparentemente te expones a ser devaluado frente a los ojos de los demás.

En realidad, lo que pasa es que tienes miedo de tu propio y durísimo juicio sobre ti mismo, y proyectas ese rechazo en la mirada de los demás, viviendo emocionalmente todo tipo de humillaciones imaginadas.

Solo mis propios pensamientos me pueden afectar.
La aceptación solo puede comenzar en mi mente.
Me acepto al aceptar plenamente este momento.
El mundo es el escenario
Detrás del miedo escénico hay una profunda fobia social colectiva que tiene sus raíces en la creencia de que es necesario juzgar, valorar a las personas, compararlas, para imitar o conseguir lo bueno y destruir o evitar lo malo. Como si este fuera el sentido de tu vida en lugar de estar en paz con ella y contigo mismo.

Esta fobia escondida en el subconsciente, este miedo al mundo, este rechazo generalizado como medio de aprendizaje, esta evaluación [o más bien devaluación] como sistema didáctico y de defensa frente al mundo cruel está en los cimientos del miedo escénico. Es por esta causa que hacer cualquier cosa delante de un grupo de personas suele traer aromas de incapacidad, vergüenza, miedo al fracaso y al rechazo.

Cuanto más aprendas a discernir estos pensamientos como puramente conflictivos, martirizantes, inútiles y sin sentido, más capaz serás de dejar de creerlos y por tanto dejar de invertir emocionalmente en ellos. Y como consecuencia, más relajado estarás ante el público al encontrarte en paz contigo mismo y con el mundo en el que vives.
¡No es una cuestión de técnicas! Es una cuestión de fondo.
 El mundo es el escenario donde vives.
Tu miedo escénico es tu miedo al mundo y a ser rechazado por él.
Sin embargo, el mundo no tiene nada contra mí.


Jorge Lomar
Presidente de la Asociación Conciencia y la Escuela del Perdón.
Conferenciante, facilitador y escritor.

2 comentarios:

mamen dijo...

Lo que no se debe hacer cuando haces una exposición: voy a contaros mi primera experiencia como "ponente". Fue hace años y daba una "charla" sobre la depresión (soy psicóloga) a un grupo de "amas de casa". Era la primera vez que hablaba en público, era muy joven. El resultado fue que le "dí" toda la charla a una señora que estaba sentada en la primera fila. Al principio ella estaba encantada por ser el "centro de atención" pero, a medida que pasaba el tiempo, se fue "replegando" en su asiento y dejó de mirarme. La estaba "abrumando". Cuando me dí cuenta intenté repartir mi "mirada" por el resto de la sala y ella fue recobrando su postura inicial. Ya sé que es una de las primeras "premisas" para hablar en público el repartir la atención pero yo estaba paralizada por el pánico y tardé un tiempo en darme cuenta del error que estaba cometiendo. Nunca lo hagáis si podéis evitarlo.

El blog que te hará pensar dijo...

Muy útil eso que dices mamen, es cierto que se puede tender a mirar siempre al que te sonríe o al que te mira de forma agradable pero es bueno el darse cuenta y rectificar el error.

Esto, como todo, con práctica se va cogiendo más soltura.

Algo importante que me han dicho en mi curso de oratoria es que el orador no es responsable de lo que sienta cada persona del público...a lo mejor le recuerdas a su exnovio que le acaba de dejar o comentas algo que le recuerda a algo que le encanta o llevas el mismo vestido que ella y te odia desde el minuto uno...

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