Hoy quería hablar de la lealtad.
Quería hablar de caerse, de pegarse la gran ostia.
Quería hablar de que te levanten, dando igual en qué punto de este enorme planeta te hayas caído.
Hoy quería hablar de los amigos.
Quería hablarte de ese día en el que
pensaste que el mundo se estaba deshaciendo bajo tus pies y sonó el
teléfono. De tus “estoy bien, no hace falta que vengas” y el sonido del
timbre de tu casa diez minutos después.
Quería hablarte de esa fiesta, de
aquella música de fondo mientras el alcohol llenaba las copas y
brindabas. De un coche lleno de gente. De gente que llena tu vida.
Quería hablarte de hacerte mayor. Y de verles hacerse mayores contigo.
Quería hablarte de agarrarte a una boya
en medio del mar, durante una tormenta. Y de que esa boya tenga nombre y
apellidos. De las personas que tú eliges para acompañarte a lo largo
del camino.
Quiero hablarte de cada “tía, que no me
llama” y de cada “ten paciencia, llamará. Y si no, nos vamos de fiesta”.
De los gritos, saltos, abrazos y cervezas al aire cada vez que Iniesta
hacía un regate mágico y marcaba un gol.
Quiero hablarte de un Whatsapp a las
cuatro de la mañana. Ese que leíste con el ojo pegado y te hizo salir de
la cama a toda velocidad. Porque sabías, sin pensarlo, lo que tenías
que hacer.
Quiero hablarte de volver a casa y,
mientras te tiras encima de la cama, pensar que todas las noches
deberían ser así. De tener la misión de dejar a alguien sano y salvo en
casa.
De irte lejos. Muy lejos. Y de que ellos
siempre encuentren la manera de ir contigo. De querer matar a alguien y
ser capaz de cortarte un brazo por él al mismo tiempo.
De darle a alguien el último cigarro de
tu cajetilla. De todas las noches que supuestamente has dormido en su
casa, mientras estabas con aquella chica.
Quiero hablarte de que te adopten como
parte de la familia en una casa que no es la tuya. De días buenos y
malos. Pero todos con ellos.
Y de que poten en la alfombra de tu
casa. Y en los asientos de tu coche. De que te cubran cuando haces algo
mal. De los que se van contigo a la mierda para que no tengas que ir
solo.
Y de que alguien siempre tenga la culpa
de que huelas a tabaco. Porque claro, “Mamá, yo no fumo.” De meterle en
la cama porque no sabía ni cómo se llamaba.
De presentarte a un examen por otra
persona. De las horas en la puerta de una biblioteca. De aquel puñetazo
que te pegaron por defenderle.
Y de los préstamos que si no se
devuelven tampoco pasa nada. De muchas tardes jugando al Pro, como si
así se fuese a arreglar el mundo por un domingo.
Y de mirarse a la mañana siguiente,
saber perfectamente lo que está pensando el otro y que no haga falta
decir nada más. De compartir una pizza con una resaca del quince. De
dormir los unos encima de los otros apretados como sardinas en lata en
una tienda de campaña para dejarle la tienda de al lado al único que
tuvo suerte esa noche.
Y de volver a casa de fiesta y parar en
el McDonald’s a por un menú Big Mac. Grande. Y con patatas. De poner la
música del coche a todo trapo, borracho como una cuba, y que te vayan
dirigiendo desde el asiento del copiloto como si fueseis en un caza
bombardero de la Segunda Guerra Mundial.
Quería hablarte de que la opinión de
alguien te importe algo. De dejar que alguien te diga lo que no quieres
escuchar. De que te recuerden quien eres cuando a ti se te ha olvidado.
Y de hacer muchos planes. Aunque la mitad nunca lleguen a ocurrir.
Y de que te abracen cuando lo necesitas. Porque todos lo necesitamos.
Y de compartir. Compartirlo todo. Aunque
seamos egoístas por naturaleza. De quedar a jugar al fútbol, al paddle,
al tenis, al mus. Al criquet si hace falta. De un servicio de
emergencia disponible las 24 horas del día, los 365 días del año.
Y de firmar un pacto de caballeros,
porque a los dos os gustaba la misma chica. De que los novios, rollos e
historias varias de las amigas son sagrados.
De las únicas personas capaces de hacer
el imbécil tanto o más que tú, con tal de subirte el ánimo. De las que
comparten tu cubo de mierda, porque todos tenemos uno. De los que sabes
que, tras cuatro copas, se subirán a una mesa el día de tu boda y
después contar uno de vuestros secretos de Estado, gritará lo muuuuuuuucho que te quiere…
De los que mutan en un híbrido entre un pitbull y Jack el Destripador cada vez que alguien quiere hacerte daño.
Y de dos Gintonics para ahogar muchas
penas y rescatar unas cuantas alegrías. De pequeños empujones necesarios
para hacer las cosas verdaderamente grandes.
Y de favores. Muchos favores y alguna putada, que aquí nadie es perfecto.
Y de que pasen semanas, meses, incluso años, pero que parezca que no ha pasado ni un sólo día desde la ultima vez.
De hermanos que no llevan la misma sangre.
De los de verdad, de esos seres nobles y raros.
5 comentarios:
Muy bueno. Me gusta lo de "De los que se van contigo a la mierda para que no tengas que ir solo." jejeje
emmmm.... plagio total de http://www.elcajondegatsby.com/a-los-seres-nobles-y-raros/
TRISTE
ui....perdón perdón jajaja que no vi que habías puesto la fuente, lo siento!!
No pasa nada, yo si copio algo pongo la fuente, mi intención es compartir información curiosa, ya sea mía o de otro, la cuestión es compartir ;)
Todavía no puedo creer que no sé por dónde empezar, me llamo Juan, tengo 36 años, me diagnosticaron herpes genital, perdí toda esperanza en la vida, pero como cualquier otro seguí buscando un curar incluso en Internet y ahí es donde conocí al Dr. Ogala. No podía creerlo al principio, pero también mi conmoción después de la administración de sus medicamentos a base de hierbas. Estoy tan feliz de decir que ahora estoy curado. Necesito compartir este milagro. experiencia, así que les digo a todos los demás con enfermedades de herpes genital, por favor, para una vida mejor y un mejor medio ambiente, póngase en contacto con el Dr. Ogala por correo electrónico: ogalasolutiontemple@gmail.com, también puede llamar o WhatsApp +2348052394128
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